Ladrón que roba a ladrón

Calificación: **. Titulo original: Ladrón que roba a ladrón. Año de estreno: 2007. Género: Aventura. Dirección: Joe Menendez. Guión: José Ángel Henrickson. Actores:Fernando Colunga, Miguel Varoni, Julie Gonzalo, Oscar Torres, Gabriel Soto, Ivonne Montero, Saúl Lisazo, Sonya Smith. Todo aquel que habla español ha oído alguna vez este dicho popular: “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. Pues bien: esta modesta película de robos, que le agrega la mirada de los tristes latinos agringados a un género que en los últimos años ha dado producciones tan entretenidas como Héroes por azar (1992), Ronin (1998), Nueve reinas (2000), La estafa maestra (2003) o El plan perfecto (2006), le pone a su título puntos suspensivos (así: Ladrón que roba a ladrón…) para que desde el principio sepamos qué tipo de relato nos espera: una comedia de acción, hablada en castellano, protagonizada por un par de hampones idealistas que tendrán al público siempre de su lado. El primero, vendedor de películas piratas, es un mexicano llamado Alejandro Toledo. El segundo, un delincuente honorable, es un colombiano que responde al nombre de Emilio López. Entre los dos, viejos amigos unidos por una misma ética ladrona á la Robin Hood, han reunido a un grupo de inmigrantes que saben bien lo que es sentirse excluido, maltratado, extranjero para siempre en un país que promete mucho más de lo que cumple. Y se han puesto en la tarea de timar a un antipático presentador de tele ventas, al argentino Moctezuma Valdez, que merece todo lo malo que pueda pasarle porque ha hecho una fortuna a punta de engañar a los latinos más pobres con una serie de menjurjes (para adelgazar, para la caída del pelo, para el funcionamiento sexual) que a la larga no sirven de nada. Ladrón que roba a ladrón, dirigida por el realizador de televisión Joe Menendez, no es el desastre que podrían prever nuestros prejuicios. Pero curiosamente resulta mucho más decorosa como denuncia social que como comedia de robos. Le sobra cursilería. Le hace falta algo de suspenso. Carece de héroes que le den la talla al villano. Le pesan seriamente sus galanes bronceados en cámaras para galanes de telenovela. Y le cuesta recobrarse de ciertas secuencias de serie de televisión. Y sin embargo, en medio de una cadena de chistes que no dan siempre en el blanco, se atreve a mostrar al latinoamericano en Estados Unidos como un ser decepcionado que se parte el alma en trabajos mal pagos, que aspira en vano a ser aceptado en “la tierra de los hombres libres”, que no le hace mal a nadie que no le haga mal a él. Verla como la versión latina de Ocean’s Eleven (2001) puede convertirla en una experiencia decepcionante. Pero verla como una sátira que desmonta los estereotipos, que se vale de un género probado para decir un par de cosas sobre la inmigración, que reivindica a la gente de habla hispana que se ha ido a sufrir a Norteamérica, que por poco se da el lujo de criticar el arribismo de esos latinos que viven como gringos (verla como una sátira valiente, mejor dicho, así sus aspiraciones estén muy por debajo de sus logros), puede hacerla al menos llevadera.