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Yo no les veo el chiste

 
Lo más desagradable de las baladas románticas es que, cuando aparecen, de golpe, en la radio, uno corre el riesgo de sentirse identificado. Son cursis. Son melosas. Son de mal gusto. Pero uno puede amanecer convertido en ese tipo de persona. Uno puede tener las defensas abajo. Y pensar en alguien de carne y hueso cuando los gemelos venezolanos Servando y Florentino canten a todo pulmón el verso “quiero ponerle apellido a tu nombre”. ...[Leer más]
 
 

El método Silva de control mental

 
Tenemos los ojos cerrados. Ya hicimos limpieza mental y le dijimos a cada uno de nuestros malos sentimientos “cancelado, cancelado, cancelado”. Hemos pronunciado las palabras “tres, dos, uno” en el último piso de nuestras mentes, una por una por una, y estamos a punto de programarnos para no sentir miedo, erradicar los dolores de cabeza y digerir las horribles noticias del día. La gravedad no existe, no tenemos pies, somos invisibles. Recorremos el lugar del mundo que nos hace felices....[Leer más]
 
 

Himno Nacional de Colombia

 
Coro: ¡Qué bonita es la vida, ay, qué teso es “El Patrón”! ¡A punta de favores el man corona allá! ¡Y el man corona allá!...[Leer más]
 
 

Valiente testimonio

 
Desde marzo de 1981, hasta hoy, he visto televisión todos los días. Creo que tenía un poco más de cinco años cuando me puse en la tarea por primera vez. Y calculo que las sesiones diarias han durado unas dos horas por lo menos. Teniendo en cuenta que desde entonces han pasado 23 años, 276 meses y 8395 días, puedo jurar por Dios que he pasado 16060 horas de mi vida frente al aparato. Lo que en el mundo de las estadísticas significaría, lo sabemos, el 6 % de mi biografía....[Leer más]
 
 

Lo que aprendí leyendo El Espacio

 
Siempre que pienso en la primera plana de El Espacio (es decir, siempre que mi paranoia ve en la calle los posibles titulares del día siguiente) pienso en aquella extraordinaria noticia de hace unos siete años, que decía: “Osvaldo Ríos se confiesa: ¡me encanta que me chupen las tetillas!” En ese entonces, septiembre de 1997, yo dictaba clases de literatura en un colegio que no viene al caso....[Leer más]
 
 

Confieso que veo Padres e hijos

 
La confesión está hecha. Sólo falta responderle “por qué” a un auditorio defraudado que me mira (los veo: mis papás se tapan la cara, mis profesores se suenan las lágrimas, mis amigos gritan “que no estoy” cuando los llamo por tercera vez esta mañana) como si en vez de haber dicho “veo Padres e hijos después del almuerzo” acabara de reconocer que cargo conmigo una aberración que tiene que ver con gabardinas abiertas en oscuros jardines infantiles....[Leer más]
 
 

© 1992-2024, Ricardo Silva Romero