Que no me miren

Relato ilustrado

2011-05-13
Tragaluz editores

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Ilustraciones de Daniel Gómez Henao y Clara Gómez Vieira. Editores: Pilar Gutiérrez Llano y Juan Carlos Restrepo Rivas.

HISTORIA: Gregorio se vuelve invisible cuando lo miran todos al mismo tiempo. Es el niño más tímido del mundo. He aquí, en estas páginas, la historia de los primeros minutos de la primera clase de su primer día de colegio. Tiene en contra a una profesora tenebrosa que quiere obligarlo a decir su nombre enfrente de todos esos niños nuevos que solo quieren volver a su casa. Tiene a favor un don extrañísimo: el de saberse el abecedario desde la A hasta la Z.


CÓMO SE HIZO: En la Feria del libro de 2009, en agosto, en los días de la promoción de Autogol, Carolina López me llevó al stand de Tragaluz editores para que viera los libros tan bonitos que estaban haciendo. También le debo eso. El caso es que quedamos pensando lo que pienso ahora: que era difícil encontrar libros más bonitos en Colombia. Habría que ir a Babel Libros, de Maria Osorio, para encontrar algo del mismo nivel. Unos meses después, al año siguiente, les escribí a los editores de Tragaluz diciéndoles que quería conocerlos, que quería que todo el mundo conociera el trabajo tan bien hecho que estaban haciendo. Esa era mi única intención. Pero, apenas conocí a  Pilar Gutiérrez y Juan Carlos Restrepo, en una visita de ellos a Bogotá (porque Tragaluz tiene su primera sede en Medellín), tuve la sensación de que había dado con unos amigos de toda la vida. Yo hace rato he estado pensando que, en la era de copiar y pegar, el libro tiene que ser sobretodo un objeto precioso: un objeto único como los libros de horas de los monjes medievales. Y he pensado que el camino es hacerlos como los hace Tragaluz. Y entonces me dejaron hacer parte del equipo como un amigo. Y un día de este año, 2011, me propusieron que escribiera una historia para la colección Bola de agua. Y es esta. Que no es mía sino de ellos y de los extraordinarios ilustradores Daniel Gómez Henao y Clara Gómez Vieira. Es un cuento alfabético. Ni más ni menos. Lo único que me queda por decir es que cuando me senté a trabajar me di cuenta de que hacía rato que quería escribirlo.